Ya avanzado el recuento de los votos emitidos en la jornada electoral, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, apareció en las televisiones y dijo sin vacilar: “Esto tiene muy buena pinta”.
Una frase que no tenía destinatario; no aclaró a quién iba dirigida. Algo parecido ocurrió con Pío Cabanillas cuando éste pronunció: “Hemos ganado, pero todavía no sabemos quiénes”. Las diferencias entre ambas oraciones son nulas, unas respectivas del aún aspirante a prócer y otras de quien lo fue en repetidas ocasiones.
Sin entrar a comparar qué trata de discernir cuál de los dos grandes partidos ganó las elecciones del domingo, podría afirmarse que - salvo a lo que Navarra respecta y al margen de que Batasuna haya vuelto al marco institucional- los resultados son positivos para el país.
José Luís Rodríguez Zapatero ha recibido un varapalo con el fracaso de Miguel Sebastián, su apuesta socialista. Si nada hace cambiar de planes al jefe del ejecutivo, adelantará las elecciones legislativas previstas para dentro de diez meses. Encontrará un PP resucitado de su pesimismo anterior y a un Mariano Rajoy reforzado por los éxitos de Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre en Madrid y de Rita Barberá y Francisco Camps en la Comunidad Valenciana.
Estas elecciones, independientemente de su resultado, pueden acabar con las ansias del presidente del Gobierno de buscar un “proceso de paz” que parece un pago anticipado y a plazos a ETA por una mercancía que no tiene.
Secundando las palabras de Blanco, esto puede tener buena pinta. Sobre todo si se tiene en cuenta que el panorama político puede no quedarse congelado –como suele pasar casi siempre- y que tenga lugar una serie de movimientos y decisiones interesantes. Rajoy podría – por qué no- adelantar su Congreso de otoño y prescindir en él de todo lo que arrastra de la herencia que le dejó su predecesor, José María Aznar. Cuestión de tiempo.
Una frase que no tenía destinatario; no aclaró a quién iba dirigida. Algo parecido ocurrió con Pío Cabanillas cuando éste pronunció: “Hemos ganado, pero todavía no sabemos quiénes”. Las diferencias entre ambas oraciones son nulas, unas respectivas del aún aspirante a prócer y otras de quien lo fue en repetidas ocasiones.
Sin entrar a comparar qué trata de discernir cuál de los dos grandes partidos ganó las elecciones del domingo, podría afirmarse que - salvo a lo que Navarra respecta y al margen de que Batasuna haya vuelto al marco institucional- los resultados son positivos para el país.
José Luís Rodríguez Zapatero ha recibido un varapalo con el fracaso de Miguel Sebastián, su apuesta socialista. Si nada hace cambiar de planes al jefe del ejecutivo, adelantará las elecciones legislativas previstas para dentro de diez meses. Encontrará un PP resucitado de su pesimismo anterior y a un Mariano Rajoy reforzado por los éxitos de Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre en Madrid y de Rita Barberá y Francisco Camps en la Comunidad Valenciana.
Estas elecciones, independientemente de su resultado, pueden acabar con las ansias del presidente del Gobierno de buscar un “proceso de paz” que parece un pago anticipado y a plazos a ETA por una mercancía que no tiene.
Secundando las palabras de Blanco, esto puede tener buena pinta. Sobre todo si se tiene en cuenta que el panorama político puede no quedarse congelado –como suele pasar casi siempre- y que tenga lugar una serie de movimientos y decisiones interesantes. Rajoy podría – por qué no- adelantar su Congreso de otoño y prescindir en él de todo lo que arrastra de la herencia que le dejó su predecesor, José María Aznar. Cuestión de tiempo.
1 comentario:
No hay ningún político que valga la pena. La gente está cansada!!
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